jueves, 18 de noviembre de 2010

Adorable - Against Perfection (1993)

Lo que más amo de la música es su capacidad de llenar vacíos. No me refiero solo al silencio (que de por sí ya es bastante duro de sobrellevar), sino también a esa capacidad maravillosa que tienen algunas canciones de mimetizarse, de volverse partes ausentes de nuestra vida. Ahí una canción puede volverse una persona que extrañamos, una que solo soñamos de vez en cuando, un momento perfecto, un sentimiento, un mal rato, un día que no queremos olvidar. Y a veces, quizás las más especiales, la música se convierte en una parte del alma, un conocimiento necesario, una lección aprendida, una respuesta que buscábamos desesperadamente. Esas veces, se dice que la música nos define.

Después de un dilema relativamente tonto, de esos que crecen hasta convertirse en preguntas existenciales, la vida me echa este disco como forma de salvarme (una vez más) y dejarme disfrutar lo bueno. Un disco que se supone que debería ser muchas cosas y no es ninguna. Un disco que suena parecido a muchas otras cosas de los 90', pero tiene algo especial, solo que no es fácil darse cuenta. Un shoegaze que no llega a ser shoegaze, y que, para el caso, tampoco llega a no serlo. Tiene energía, melancolía, ganas, entrega y mucho pero mucho que ofrecer cuando se le presta la suficiente atención. No es, creo, un disco demasiado fácil.

El nombre de la banda es un guiño interesante a la ironía, de adorables no tienen demasiado. De hecho, el vocalista declaró una idiotez del tipo "queremos devolverle el glam al pop". Y sin embargo, cuando los escuchas, no puedes evitar pensar "que hagan lo que quieran mientras sigan haciendo buena música".

Detrás de esa actitud desafiante, se esconde en realidad un precepto que es de lo más introspectivo por naturaleza: la negación de lo perfecto. Against perfection es eso, una declaración que busca desafiar el reto permanente de perfeccionamiento del ser humano, un disco lleno de energía rabiosa, una rebelión interna del "ya es suficiente". ¿Por qué no? La perfección no fue hecha para el ser humano, como la autoexigencia tiene un límite: nuestra continua capacidad de crearnos. Ellos pelearon contra su sello discográfico y lograron un disco que gustó mucho en la escena indie y jamás logró la aceptación comercial que esperaban los empresarios de la discográfica. Es decir, un logro mucho mayor que la perfección: ser recordados por un acto humano, una joya disfrazada de fracaso.

Entonces yo también quiero definirme así, como un tipo que se opone absolutamente a la perfección, que lo único que tiene para entregar son sus malas manías, sus ganas locas de amar profunda y entregadamente, un tipo que no puede dar más que lo que tiene y que lleva como escudo un sentido del humor que lo salva del pesimismo. Un hombre que grita, como los Adorable, "I don't want to fade out/I want to fade in".

Excelente entrega de este shoegaze-no shoegaze, excelente disco lleno de momentos verdaderamente conmovedores, excelente disco para quien necesite una definición que lo salve de la autoexigencia (o la autocomplacencia). Como para terminar aceptando que en la vida uno siempre está, como diría el cantautor español Nacho Vegas, "reescribiendo la espiral de prometer hacerlo bien, de cometer un nuevo error, de no saber pedir perdón o pedirlo demasiadas veces".

Y que sufro y amo y vivo y me equivoco mucho. Y por eso, sobre todo por eso, soy capaz de desdeñar la eternidad y aferrarme a mi fugacidad perfecta.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

The National - Alligator (2005)

Cuando la gente me dice "esto tiene que salir bien", a mí me da una especie de depresión, un desasosiego ansioso, como si me acabaran de dar una pésima noticia. Tengo metido en la cabeza eso de "hacerlo bien" y tengo también metido en el alma no poder sentir que es suficiente una vez que está hecho.

Cuando este vicio se te cuela a las cosas que realmente te importan como tus actividades, tu trabajo o tu relación, como que se convierte en una forma autodestructiva de afrontar los errores. Pasa que trato y trato de hacerlo bien y por alguna razón nunca puedo. Supongo que nadie me enseñó cómo. Hoy pensaba: si esto es lo más importante de mi vida, se merece que por una vez, aunque sea esta, haga todo bien. Pero ocurre que, como es lo más importante de mi vida, no basta hacerlo bien una vez, se trata justamente de lo contrario: dedicarle una vida haciendo las cosas lo mejor que pueda. ¿Pero es bastante?

Me vine a casa con la pregunta en la cabeza y puse este disco, que es uno de mis favoritos. The National es una de mis bandas preferidas también. Sus discos están casi siempre plagados de personajes que son sombras de sí mismos: perdedores, hombres de metrópoli con trabajos aburridos, sujetos que lo hacen todo mal y no entienden por qué diablos. Sus tres últimos discos me parecen todos brillantes, pero el Alligator es el que he calificado con 5 estrellas en mi lista personal.

Se trata de una especie de post-punk "raro", música llena de una energía especial, de una ironía y una forma de afrontar la composición que es también una forma de afrontar la vida. Lo mismo puede el extraordinario vocalista Matt Berninger estar cantando de un romance pasajero o de la sociedad contemporánea: todo parece encajar en el mismo rango de sonidos, juegos y palabras que crea esta banda absolutamente maravillosa. Y ese disco en particular posee una potencia incontenible, como un vórtice sónico del que puede asomar la melancolía abisal o la energía de la pasión. Pero sin duda, lo más especial es que se trata de un disco sobre observarlo todo a través de ese vórtice, como si no hubiera más remedio.

Ya desde el comienzo, en "Secret Meeting", estamos advertidos, Matt Berninger es la clase de hombre que tiene reuniones secretas en el sótano de su cerebro. Poco antes de la mitad del disco, una de las canciones más perfectas que conozco: "Daughters of the SoHo Riots", un himno glorioso a los momentos decisivos en que huir es la única forma de volver a ver, esos instantes en los que descubrimos que el amor puede ser terriblemente inoportuno en sus tiempos, pero por alguna razón es siempre bienvenido. E inmediatamente después, la canción que hoy me tiene dando vueltas a mi idea de las cosas bien hechas: "Baby, We'll Be Fine". Una canción sobre un hombre que, quizás, no logra hacer nada del todo bien. Que necesita encontrar consuelo en las pequeñas cosas, en los detalles, en las palabras de alguien más. Y que, en medio de su felicidad, en medio de la certeza de su fe, solo puede decir "lo siento, lo siento por todo". ¿Pero no es ese finalmente un supremo acto de amor?

No sé. Mi disco seguirá animándome. Cada una de estas canciones, pasando por la irreverente "All the Wine" hasta "Mr. November", uno de los mejores cierres de disco que conozco, son parte de mi vida como un tatuaje de las cosas que siempre quise hacer bien, las que nunca empecé, las personas que defraudé y aquellas a las que no quiero decepcionar nunca. Alguien me dijo una vez que yo podía ser muchas cosas, pero definitivamente no una víctima. Pero pasa que uno puede ser también la víctima de sí mismo. Que quiero hacerlo todo bien y solo sé ponerme cabe. Que, tal vez, lo único que quiero es decirle a alguien lo mucho que me importa. Y lo único que me sale es pedir perdón. Y, como en mi canción de esta noche, esa es la única clase de perfección a la que sé aspirar.


lunes, 15 de noviembre de 2010

Sufjan Stevens - The Age of Adz (2010)

Hablando de cosas complicadas... No me cabe duda de que Sufjan Stevens es un gran compositor. También me parece bastante pertinente decir que se me está haciendo más difícil escucharlo cada vez. No en el mal sentido, sino en el literal. Nunca el término "Baroque Pop" fue tan bien utilizado como para describir sus trabajos de este año. Aunque ciertamente, si algo tiene que ser complicado, debería serlo siempre así, como lo hace el señor Stevens.

El All Delighted People EP (que por cierto dura más que muchos álbumes de estudio) anunciaba ya algo como esto. Pero creo que solo en este álbum podemos entender la complejísima red de sonidos, musicalizaciones y variaciones que el cantautor neoyorkino propone como nuevo camino para su creatividad. Y entonces, ¿por qué la polémica entre quienes defienden el retorno a los discos conceptuales y quienes lo disfrutan más en este estado de libre albedrío emocional? Veamos... Sin duda alguna el talento de este hombre está fuera de toda duda. Su capacidad para crear piezas es majestuosa. Y sin embargo, es como si toda esa enorme capacidad de crear le jugara a veces también en contra. Como si quisiera hacer muchas cosas a la vez y terminara por no hacer ninguna. Sus últimos discos fueron casi una exploración que podría bien definirse aquí, y aun así...

Creo que la idea de los discos conceptuales (Michigan e Illinois) le daban un camino al qué ceñirse cuando tenía que tomar decisiones demasiado osadas o perdía el rumbo. Si bien es cierto The Age of Adz no deja de tener un hilo conductor, es uno mucho más frágil que el de los primeros discos, y eso no siempre le juega a favor. Es un disco donde uno se sorprende de la cantidad de cosas que están pasando en todo momento, la cantidad de sonidos, alteraciones, momentos. Y sin embargo, es también un disco que decae por ratos, levanta por otros, tiene momentos de nivel majestuoso y otros donde el ambiente parece volverse demasiado plano, como una casa que lo mismo tiene habitaciones llenas de tesoros que de cachivaches.

Sin embargo, el resultado final es satisfactorio. Quizás es también un disco de autoafirmación, una forma de decirse "no importa qué tan complicado sea todo, aquí hay una luz". Puede que la haya. Y si es así, entonces podemos sentarnos y disfrutar de lo complicado como se disfruta de lo simple: así como hay momentos en que lo que necesitamos es nada más que una palabra, otras veces hace falta una orquesta completa.

Y si es así, viva las situaciones complicadas (si son como música) y viva la luz a la que nos llevan.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Grandaddy - The Sophtware Slump (2000)

Hay un virus dando vueltas por ahí, o algo. Y no me refiero al de computadoras. Domingo metido en la cama, con dolor de estómago y dieta blanda. En fin. Una de las pocas cosas que se rescatan de estar enfermo es que tienes tiempo de sobra para oír música. Hace tiempo venía postergando darle una vuelta a este disco, y hoy por fin, después de varios libros, un par de siestas a deshoras y un almuerzo que no fue almuerzo, tuve mi oportunidad.

Lo primero que recordé cuando empezó fueron todas esas (la verdad, entendibles) comparaciones con el Ok Computer de Radiohead y con The Flaming Lips. Lo de los Radiohead pasa por la sensación claustrofóbica de una distopía creciente e incontenible. Supongo que ellos no inventaron el monopolio para eso, pero es algo así como el realismo mágico y Cien años de soledad. Como que es difícil desligarse de algo tan fuerte. Por suerte para los Radiohead, ellos no terminaron copiándose a sí mismos como el colombiano. Por otro lado, lo de los Flaming Lips es bastante más que notorio: no solo la voz de Jason Lytle se parece muchísimo a la de Wayne Coyne, sino que ese ambiente espacial-neo-psicodélico-pop-de-colores-fluorescentes es inconfundible. Sumémosle el título The Sophtware Slump y su ligero parecido a The Soft Bulletin y creo que el asunto queda claro.

Sin embargo, las comparaciones nunca me han molestado mucho. Si dejamos de lado la recatafila de influencias y nos concentramos un poco en el resultado, Grandaddy crea un disco con un valor especial, que lo coloca en un plano musical propio. The Sophtware Slump logra dos cosas interesantísimas: en primer lugar, recrear el ambiente de la distopía en cuestión de una manera casi orgánica, como quien es plenamente consciente de que el mundo moderno es un lugar corrupto, artificial y retorcido, pero que simplemente le importa un bledo. Y dos, concluir que ese mundo tiene una salida hacia el interior de cada individuo, como si fuera una versión esperanzadora de los profetas de la destrucción.

El Ok Computer era como meterse a una caja sin salida, donde todo nos parecía inhumano, asfixiante, donde la paranoia era parte del ser humano moderno y no había espacio para salidas. Grandaddy en cambio nos canta, en esa canción espectacular que es "Crystal Lake": "I've gotta get outta here/and find my way again/I've lost my way again". Y sabemos instantáneamente que no solo hay una salida, sino que ya ha sido encontrada antes y que, aunque uno puede perderse en el camino, siempre puede volver a intentarlo cuando cae en cuenta.

Quizás no es superior a sus álbumes originarios, pero no deja de tener un valor propio. Es el disco ideal para un día en que uno está enfermo y sabe que el mundo allá afuera sigue corriendo y devorándolo todo. Pero uno está en casa, tomando su dieta de pollo, escuchando un buen disco y no puede importarnos menos. Y además, lo único que tengo que hacer si todo el mundo colapsa, es acercarme a esa persona especial, hablar sobre cualquier cosa, y lograr con ello la fórmula que este disco nos propone en el tema de cierre: "So you'll aim toward the sky/and you'll rise/high today, fly away/far away/far from pain".

lunes, 8 de noviembre de 2010

Arcade Fire - Neon Bible (2007)

Hoy pensé en lo difícil que se vuelve el mundo cuando ya no podemos vivir como si no tuviéramos nada que perder. Cuando formas tu propia familia, cuando decides compartir el resto de tu vida, cuando tienes hijos, cuando descubres que quieres cuidar a personas inocentes de un mundo cuyo verdadero rostro puede estar velado por la más siniestra oscuridad.

Y al mismo tiempo pensaba en cómo los niños son incapaces de ver esto a simple vista. La naturaleza no nos provee de un instinto para entender el mal. Eso es algo que desarrollamos a lo largo del tiempo, que entendemos y aprendemos según nuestra sociedad, nuestro entorno, la forma en que esa naturaleza es guiada hasta formarnos como seres humanos. Llegué a la conclusión que uno no puede sentirse más ínfimo que cuando quiere cuidar a los que ama y se da cuenta que es solamente un hombre. Entonces le di play a este disco.

Arcade Fire es, definitivamente, una de las bandas más extraordinarias que han pisado este planeta. Son un montón de músicos superdotados que pueden tocar prácticamente el instrumento que les venga en gana y alternan formaciones todo el tiempo. Su composición es barroca, intensa, plagada de una continua exaltación pseudo-rebelde, que desata una energía inusual, tanto si están hablando de la muerte o protestando contra el gobierno de los Estados Unidos o contando historias aburridas de los suburbios. Sus tres discos han logrado cada uno convertirse en un concepto musical propio, a la vez que han definido una trayectoria a la que muy pocas bandas podrían aspirar en toda su carrera.

Neon Bible es el segundo disco de estas tres entregas. En el disco debut, Funeral, cuyo valor merece un capítulo aparte en la historia de la música, los Arcade Fire se concentraban en lidiar con la muerte como un proceso que iba mucho más allá de lo introspectivo: eran historias de niños contadas por adultos. O quizás todo lo contrario. The Suburbs, el disco de este año, es una compilación de historias de la ciudad contadas por la ciudad. Todo desde dentro, no como un observador enajenado. Pero volvamos al disco en cuestión. Neon Bible es justamente la inversión de esta visión infiltrada, es más bien una observación a un mundo lleno de desajustes, terrible y abismalmente distinto a las historias que pueden aparecer en la fantasía musical de los canadienses.

Es un disco lleno de momentos sombríos, como corredores oscuros iluminados solo por algunas velas. Tiene órganos de iglesia, una continua sensación de solemnidad que a la vez se ve subvertida por la actitud de la banda hacia los sonidos, como un niño que grita en una misa porque es incapaz de comprenderla.

Y es que en eso consiste la madurez de vivir la vida para una manada. "Working for the Church while my family dies", dice Win Butler en "Intervention". Y sé instantáneamente que el mundo no se divide entre quienes hacen el bien y el mal, sino entre quienes lo comprenden y quienes no. Con "(Antichrist Television Blues)" esa idea se confirma de una manera determinante: el peligro del egoísmo como forma de vida no solo significa la propia destrucción, sino la de aquellos que te rodean. Y finalmente, en "No Cars Go" asistimos a una versión mítica del sueño infantil: un lugar lejano, inaccesible, a donde solo la imaginación robada por esa sensación de paranoia puede acceder, "a place where no trains go", que existe "between the click of the light and the start of the dream".

Terminado el disco, solo me quedaba pensar la clase de padre que quiero ser un día. No quiero ser nada más que un hombre que entiende la necesidad de ciudar, enseñar, dejar vivir. No quiero confundir mis sueños con los de otros ni cultivar mis propios demonios en el cuerpo de alguien más. Soy un hombre sin miedos que de pronto tiene reparos en convertirse en el primero de ellos. Acepto la responsabilidad de ser parte de un mundo imperfecto. Un mundo en el cual un niño tarde o temprano crece y cae y se lastima. Y quizás yo no pueda hacer más que estar ahí para enseñarle a levantarse. Pero aunque ellos puedan llegar a los lugares donde ningún tren llega, hoy sé que yo puedo crear para mi familia un espacio único y especial que ellos puedan llamar "hogar", donde siempre puedan sentirse bienvenidos cuando el viaje termine.

lunes, 1 de noviembre de 2010

The Pains Of Being Pure At Heart - The Pains of Being Pure at Heart (2009)

A veces uno necesita más y más de esto. Es adictivo como el amor. Un Twee Pop rosa que se funde con unas gotitas de noise y hace la combinación perfecta para lo que sea: emocionarte, hacerte bailar como un marciano mientras te alistas para salir de casa, mover la cabeza hasta que te da migraña, portarte como un niño tonto, que en el fondo es una forma de decir que eres feliz en un momento concreto de tu vida.

Este disco es absolutamente claro en su planteamiento musical, en su concepto, en su propio nombre. Tiene que ver con ese retorno al amor adolescente, a la pasión desenfrenada, el descontrol hormonal, la vida como se percibe cuando lo único que nos preocupa es ver a esa persona el sábado siguiente, o vivir intensamente todo. Cuando tienes 15 años aceleras más, gritas con más fuerza, subes más el volumen solo porque sí, y cuando caes enamorado, caes sin arnés de seguridad, directo hasta el fondo del pozo.

Mucha gente dice que la adultez tiene que ver con aprender a dosificar estas cosas. Que uno adquiere responsabilidades, ve el mundo con otros ojos, no se puede dar más el lujo de vivir al límite. Supongo que en parte es verdad, hay momentos de la vida en los que uno solo quiere paz, la quietud perfecta para disfrutar de lo hecho y lo que queda por hacer. Pero también hay días, momentos, qué sé yo, ciclos completos, en los que uno necesita recuperar esa inocencia, esa pureza del corazón, como lo llamarían los TPOBPAH. O sea, darle más y más al volumen, cantarle a las cosas triviales que son absolutamente trascendentes, sentirse más niño que nunca.

Una auténtica celebración a la energía vital que confiere la despreocupación, este es un disco que crece en uno, hasta volverse casi una adicción. Oh, coincidencia, como las pasiones adolescentes. ¡Bien por uno! Que vivan las personas que nos hacen sentir eso.