jueves, 28 de octubre de 2010

Bright Eyes - I'm Wide Awake, It's Morning (2005)

Extraño las cosas simples. A veces nos rodeamos demasiado de las personas que nos ciegan, a veces pretendemos entender la lógica exacta que yace debajo de la necesidad de aferrarse a las cosas. Hoy he perdido casi todo lo que poseía, pero tengo conmigo más de lo que alguna vez soñé. Y este disco lo representa.

IWAIM es un disco que podría resumirse en un par de acordes, una voz que oscila libre entre el susurro y los gritos desesperados, una guitarra acústica y un par de instrumentos por ahí que conllevan los momentos espectrales de cada canción. Pero su austeridad difícilmente puede ser sinónimo de pobreza en el espíritu. Bright Eyes nos regala un disco casi perfecto, con verdaderos arrebatos de intensidad como en "We Are Nowhere and It's Now", con la parsimonia dulcísima de "Lua", la nostalgia desgarradora de "Poison Oak" o el himno brillante "Road to Joy". Aquí me recuerdo que la pasión, la verdadera pasión, nace del amor puro, de ese que no se define en palabras, sino en vidas enteras dedicadas al objeto amado. Historias, canciones, momentos que se guardan simultáneamente en muchas dimensiones del alma.

Y sin embargo, la canción que hoy me tocaría recitarme hasta el cansancio es "First Day of My Life", una declaración a ese amor paciente, maduro, sincero. Porque lo pasional es la montaña rusa, que termina siempre en la inmovilidad con que inicia el recorrido, porque en nombre del amor uno no lastima ni destruye ni necesita de venganzas, pero sobre todo lo demás, porque a veces la felicidad está en las cosas más simples. Después de la tormenta recaes en la persona que tenías delante, en los momentos de completa desnudez que te dejaron ver con claridad, en un buen beso.

En ese ejercicio de simpleza, en esa condición de melodía clara y sin aliento, uno puede decir, "i'm wide awake, it's morning" y descubrir que, aunque sea solo por eso, se puede ser absolutamente feliz.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Pale Saints - The Comforts of Madness (1990)

Si el único consuelo que nos dejara la locura fuera este disco, no sería poco. Por fortuna, no lo es. Los Pale Saints vieron su apogeo con el ascenso del shoegaze al inicio de los 90, y casi como todos los demás grupos del género, desaparecieron con el surgimiento del Grunge a mediados de la década. Y sin embargo, estamos ante uno de los pilares del Shoegaze-Dream Pop, una banda que fue capaz no solo de edificar un mundo onírico en cada una de sus entregas, sino de iniciar verdaderas revoluciones dentro de él.

The Comforts of Madness es la locura en el descenso del mundo del sueño. Donde todo oscila y permanece ajeno a lo concreto, lo táctil, donde lo etéreo se fusiona con la voz y lo intangible con el sonido. Pero allí donde creemos que se podría acunar una paz reflexiva, ocurre todo lo contrario: el verdadero descenso en la locura comienza por la revolución del cuerpo, como si este se negara a habitar un espacio para el que no ha sido diseñado.

Y es que, ¿qué más puede hacer un ser humano en su propio imaginario? ¿Quién puede darse el lujo de vivir en un sueño? Al menos sabemos que Pale Saints habla de un lujo mucho más ambicioso: el de acomodarse en las garras de la locura. Allí es donde aparece verdaderamente el arte de un grupo que destacó no solo por su extraordinaria capacidad melódica de transformar el entorno en bruma, sino de reintegrarlo al ser humano que se pierde en ella.

Pocas veces el delirio consiste en encontrarse a sí mismo. Para esta banda, es así. Y el resultado es una aventura musical de dimensiones terroríficas: no podemos mirarnos en nuestros lados más retorcidos sin sentir algo parecido al miedo. Pero irónicamente, tampoco podemos salir de ellos sin aceptarlo como aliado.

viernes, 8 de octubre de 2010

Jónsi - Go (2010)

Hace mucho que no sabíamos nada de los islandeses de Sigur Rós, y la noticia del disco en solitario del vocalista, Jón Þór Birgisson (AKA Jónsi) fue recibido con mucha expectativa. Y algo de escepticismo. Yo creo que es un álbum impresionante. Es imposible ignorar la belleza. Y la estética tan particular de Jónsi pertenece al mito de la traslación, a esa música que es capaz de transportarte a espacios que solo existen en el ejercicio imaginario, en la impostergable necesidad de escape que surge de la fantasía.

Quizás este disco es lo que hubiéramos esperado del último trabajo de los Sigur Rós. Una aproximación más cercana al pop, pero sin abandonar las melodías ambientales, esa impresionante capacidad que poseen para sumergirnos o hacernos emerger según las secuencias de cada canción. Aquí todo está precisamente en concordancia: volumen, melodía, capas y capas de sonidos que no dejan de fluctuar, como si estuviéramos contemplando un enorme aleph circundante, una especie de rápido vistazo a un mundo que no puede ni quiere detenerse nunca. Hacerlo sería rendirse ante la muerte. Y en esa simpleza radica la posibilidad de un gran concepto: el movimiento como forma de defensa contra la oscuridad. De ahí algo tan sencillo como "Go". Y de ahí también el enorme poder de una palabra tan pequeña.

2010 es un año que no deja de impresionarme. Algunas cosas edificantes nacen así, de la capacidad de la música de sorprenderte, de reconciliarte con el mundo. Cuando más necesitas huir, cuando todo lo que quieres es acudir al lugar donde siempre has puesto tus esperanzas de paz (y personalmente ese lugar es Islandia, ni más ni menos), a veces la vida te lo da. Como para que sepas que ya te han golpeado demasiado y tienes derecho, aunque sea durante todo un disco, a aferrarte a tu esperanza de paz.

Todo acerca de este disco me gusta: carátula, música, concepto, calidad. Como dije líneas más arriba, la belleza siempre deja una impresión. Algunas veces es miedo, como pasmo. Otras algo más sustancial, como algo que va creciendo en uno. Y cuando esa belleza es nuestra por un tiempo, aunque sea un tiempo corto, es algo que transforma todo: en un mundo donde hay lugar para esa belleza, definitivamente vale la pena quedarse un rato más.

jueves, 7 de octubre de 2010

Women - Public Strain (2010)

Amo el ruido. El origen de todos los pensamientos y emociones es algo así, un sonido casi inaudible, la perfecta reverberación de la disonancia. A veces, cuando todo anda peor que mal, tienes el deseo de fundirte en la música, acunarte, calmarte, consolarte de alguna forma. Esas veces escuchas música calma, que te transporta lejos. Otras veces necesitas desahogar y entonces todo cobra la forma de la violencia y los golpes de guitarra. Pero algunas veces lo mejor es descansar del pensamiento, quitarse carga. Y esas veces el ruido es la mejor solución de todas.

Y es que el noise tiene una facultad que no posee ningún otro género: la simultaneidad. Una de las características que hicieron legendario el Loveless, por ejemplo, tiene que ver con la ruptura del tiempo y del espacio: no podemos distinguir a ciencia cierta dónde aparece un instrumento, dónde otro, dónde irrumpe la percusión. Todo se condensa, se mezcla, se funde en un gran vacío voluminoso donde solo queda la presencia de la melodía y el ruido amalgamados. En ese sentido, el último trabajo de Women es un avance notable con respecto al disco anterior. Si en el primero se había trabajado a dos niveles, el ruido y la melodía no habían alcanzado el punto exacto de fusión. Esta vez, sin embargo, son dos caras de la misma moneda.

Es un disco que gana por su capacidad introspectiva, que solo ocurre cuando queremos sumergirnos realmente en la música. Es como ver los problemas que uno tiene marchar ante uno, esa perplejidad y esa bruma que nos pesa tanto, flotando y mezclándose. No dejan de ser igual de confusos o igual de dolorosos, pero al menos nos hallamos ante algo que los representa. El ruido posee esa cualidad de mezclarlo todo, romper los límites, desordenar, subvertir. Y nosotros tampoco podemos discernir entre lo que separaba la música de nuestra propia vida.

Un disco definitivamente rico en texturas, sonidos y creatividad. Un disco de esos que salvan porque, durante poco más de 40 minutos, el exterior se convierte en el interior y viceversa. Y en un mundo donde todo se congrega, no podemos menos que sentirnos aliviados de que nuestras cargas sean también parte del ruido y no de nuestro maldito silencio interior.

martes, 5 de octubre de 2010

The Depreciation Guild - Spirit Youth (2010)

Este proyecto paralelo del baterista de The Pains of Being Pure at Heart mantiene vivo un precepto común: una búsqueda de pureza musical en la inocencia. No la inocencia entendida como una ingenuidad absurda o idiota, sino todo lo contrario. En The Pains of Being Pure at Heart todo se trataba de confrontación con el mundo adulto desde la perspectiva de quien puede ser feliz con poco, de quien no siente la presión de ser infeliz o responsabilizarse por nada más que las acciones de un fin de semana loco, un amor adolescente, un guiño a la adultez como una travesura incapaz de lastimar a nadie. Y sin embargo, en ese júbilo estaba puesta la totalidad de las esperanzas de crecer.

Este trabajo tiene una conexión profunda con eso. Solo que desde una perspectiva mucho menos orgánica: un espíritu juvenil que no se limita ya a los despertares sexuales o las orillas de la adultez, sino a un mundo que ha cambiado, que no puede ser entendido por quienes no han admirado la belleza de un simple chiptune, o para quienes lo artificial no puede cobrar una dimensión estética del más impresionante vuelo poético.

Algo que me encanta de este año es la enorme capacidad de las bandas para superar las limitaciones de sus géneros. Si ya la década anterior anunciaba la incapacidad de las palabras para describir la vastedad de sonidos que existen en el mundo musical de hoy, creo que este año podemos firmarlo en sangre.

En cuanto al ámbito personal, creo que no importa qué tan duro haya sido un día, este disco es la perfecta capacidad de recordarnos lo hermoso que puede ser todo cuando nos reencontramos en la pureza de la aceptación. Del joven que quiere tomar las riendas del mundo en vez de cuestionarlo, o el tipo que se divierte haciendo cualquier cosa porque no siente que está perdiendo el tiempo. Y es que a menudo olvidamos que las cosas hermosas de la vida no son las que necesitamos o mucho menos las que queremos, sino las que se nos dan por añadidura. Para la vida, todo lo que necesitamos es la vida. Lo demás es lo que la hace algo más feliz que una supervivencia absurda. Y eso lo sabe quien ha hecho un disco acerca de cómo la música no sirve de nada cuando le falta el ingrediente que la hace verdaderamente un arte: el espíritu.

lunes, 4 de octubre de 2010

Deerhunter - Halcyon Digest (2010)


Qué año, por dios, qué año. Ya era bastante con el discazo de The National, encima tuvimos trabajos majestuosos de Joanna Newsom y Arcade Fire, y por si fuera poco una lista enorme de discos buenísimos de bandas con menos trayectoria. En fin... entrando a lo nuestro...

Este es un álbum sobre la nostalgia. Ayer escuché este disco y el The Courage of Others de Midlake. Este último me recuerda mucho a Shearwater: esa evocación nostálgica de un mundo más simple, de un ser humano primitivo, ligado únicamente a su entorno, la naturaleza, lo incomprensible, lo que sus ojos ven y su mente no puede explicar. Sin embargo, la fortaleza del hombre rara vez está en eso. Si hay algo que siempre me ha gustado de esa antigua forma de vida es la noción intercomunitaria que existía, ese conocimiento olvidado de que el mundo está formado por un todo, y que las acciones del yo tienen consecuencias en el resto de la cadena. En ese sentido, Halcyon Digest de los fantásticos Deerhunter es un disco impecable.

Hay, desde el título, un homenaje a la añoranza, a la nostalgia de un pasado mejor, de algo que no puede ser superado ni aún con el esfuerzo colectivo de la esperanza y la acción. Pero esa nostalgia no tiene que ver con lo que fue y no puede ser más, sino, coincidentemente, con lo que se hace en cada momento de este album absolutamente fantástico: cada canción es, en sí misma, una memoria y una realización de la misma, una evocación y una promesa de futuro. Sin duda alguna estamos ante uno de los grupos contemporáneos más consistentes, uno de esos que dejan huella y que ganan su reconocimiento lejos del espectáculo o el showoff, sobre la auténtica y única ley de la música.

¿Es eso a lo que se le debe tanta nostalgia? Sí y no. Sí porque en un mundo donde las distancias cada vez crecen más (aunque las ilusiones para calmar el desapego también sean cada vez más efectivas), el contacto, la cercanía y la intimidad se han vuelto un sueño de románticos, una idea de quienes vivieron tiempos mejores y extrañan la capacidad de la música o el arte de acercarte a otros en lugar de distanciarte del mundo. Pero no, porque, cuando estamos ante un disco como este, no podemos negar que lo mejor de nuestras vidas, aunque haya ocurrido hace mucho, vive. Y vive en nuestra capacidad de traslación, de sentir que otros, desconocidos como son, pueden acercarse lo suficiente como para ayudarnos a reencontrar nuestros mejores tiempos.

viernes, 1 de octubre de 2010

Frightened Rabbits - The Winter Of Mixed Drinks (2010)


Un deseo: ser normal. Una vida aburrida, cotidiana, sin más sorpresas ni sobrepesos que los del diario accionar y la sencilla y pura sensatez que tanto admiro. Una vida sin remordimientos, sin demonios, sin grandes hazañas ni pruebas de supervivencia. Algo ordinario, pueril, simple. Un amor así también.

¿Qué tiene que estar pasando en la vida y mente de uno para desear eso? No sé bien. Pero hay algo que sí sé. Quienes estamos hartos del hastío y lo desolador, encontramos una pequeña satisfacción en los detalles cotidianos, en las cosas que te hacen un ser cualquiera, anónimo entre los muchos que pueblan el mundo. Un disco como este, por ejemplo.

No es extraordinario, dista mucho de serlo. Es bueno, sí, pero tampoco memorable en el sentido en que lo son los golpes a la emoción. Me recuerda más a un buen disco de Snow Patrol que a un ícono indie. Es divertido, despreocupado, como hecho con ganas de nada más que hacer música. También suena a un disco que pudo ser mucho más complejo de haberse fabricado con otra perspectiva. ¿Cómo puede alguien elegir la opción más sencilla? He ahí uno de los misterios que algunas personas nunca entenderemos. No estamos preparados para ello porque, ante la sencillez, desconfiamos.

Cuando alguien me dice que las cosas van a estar bien, siento una pena profunda, como un desasosiego inexpugnable. Sé que cuando alguien te dice eso es porque está en ti solucionar las cosas, y yo soy torpe dando soluciones. Quisiera, a veces, saber disfrutar más y mejor de discos así. Darles un espacio más importante en mi vida, pegarme con lo simple, no hurgar tanto debajo de los mecanismos.

Solo que soy, sobre todo, un tipo complicado. Se supone que debería encontrar soluciones, pero no sé cómo. En vez me la paso descifrando el problema. Por otro lado, estos discos existen. Y una de las esperanzas que me quedan es que no he perdido totalmente la posibilidad de sonreírme ante él, darle play una vez más, qué sé yo, jugar por una hora a ser otro.