
Este disco es absolutamente claro en su planteamiento musical, en su concepto, en su propio nombre. Tiene que ver con ese retorno al amor adolescente, a la pasión desenfrenada, el descontrol hormonal, la vida como se percibe cuando lo único que nos preocupa es ver a esa persona el sábado siguiente, o vivir intensamente todo. Cuando tienes 15 años aceleras más, gritas con más fuerza, subes más el volumen solo porque sí, y cuando caes enamorado, caes sin arnés de seguridad, directo hasta el fondo del pozo.
Mucha gente dice que la adultez tiene que ver con aprender a dosificar estas cosas. Que uno adquiere responsabilidades, ve el mundo con otros ojos, no se puede dar más el lujo de vivir al límite. Supongo que en parte es verdad, hay momentos de la vida en los que uno solo quiere paz, la quietud perfecta para disfrutar de lo hecho y lo que queda por hacer. Pero también hay días, momentos, qué sé yo, ciclos completos, en los que uno necesita recuperar esa inocencia, esa pureza del corazón, como lo llamarían los TPOBPAH. O sea, darle más y más al volumen, cantarle a las cosas triviales que son absolutamente trascendentes, sentirse más niño que nunca.
Una auténtica celebración a la energía vital que confiere la despreocupación, este es un disco que crece en uno, hasta volverse casi una adicción. Oh, coincidencia, como las pasiones adolescentes. ¡Bien por uno! Que vivan las personas que nos hacen sentir eso.
1 comentario:
Te extraño!
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