viernes, 10 de diciembre de 2010

The xx - xx (2009)

Un día a la vez. Alguien me dijo eso hace tiempo. Era una época en la que me habían dado una mala noticia y la frase venía a colación acerca de cómo enfrentar la vida a partir de ahí. Soy malo haciéndolo, dicho sea de paso. Siempre estoy un paso adelante o uno detrás. Por eso es que esta noche no hago otra cosa que extrañar. La rutina es algo así como la perfecta antítesis de la creatividad, pero yo la añoro. Me gustan las conversaciones nocturnas que se repiten y se repiten. Me gusta el beso de despedida, me gusta repetir restaurantes con la misma compañía. Me gusta tomar vino en casa más veces en el mes que en bares. Y todo eso me lleva a querer que sea mañana, encontrarme cara a cara con todo lo que me estoy perdiendo en estas horas de insomnio y reseñas musicales.

The xx es un grupo de chicos que, por alguna razón, parece caracterizarse por 3 hechos puntuales: escribir mucho sobre sexo, no tener un baterista en la banda y hacer música de la puta madre. Este es, sin duda, uno de mis discos favoritos del año pasado, y al que he echado mano ahora que me toca extrañar. Todo en xx es sensual, fugaz, casi superficial. Pero no, superficial no, porque las canciones exceden el olvido de manera magistral. Como esos instantes antes del contacto, cuando hay un roce desintencionado o un dedo que se resbala sobre el brazo, esos recuerdos que quedan grabados a fuego, mientras que lo más intenso, todo lo que viene después, se consume como una sola llamarada.

En esta noche pienso en haber quemado un libro y haberlo disfrutado mucho (no teman, era un libro malo de un poeta de mierda). Pienso también en que esto de extrañar se me hace raro. Demasiado actual, demasiado del presente, y descubro que, desde luego, hay algo de salvación en ello. Y así es este grupo, así este disco. Un sonido absoluta y brutalmente actual, contemporáneo, de un momento que borra sus influencias, despista sus raíces, se libera de las ataduras del pasado.

¿Soy capaz de permanecer en ese estado de perfecta ubicuidad? ¿Puede uno dejar de lado lo que ya ardió o lo que arderá? Cuando escucho este disco siento que es posible, que basta con dejar que las voces susurrantes de The xx se pierdan con la voz que quisiera haber oído en una llamada que hoy no pudo ser. Y que entonces es.

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