domingo, 26 de diciembre de 2010

Beach House - Teen Dream (2010)

Hoy ha sido un día raro. Uno de esos días en los que no puedes despertarte del todo. Los feriados son buenos para dormir, pero cuando estás perseguido por las pesadillas y los sueños son demasiado vívidos, no sabes bien qué pensar.

Bien, los sueños deberían ser sueños. Y eso es lo que propone Beach House, en cierta forma. El Dream Pop es un género simpatiquísimo, porque permite rozar ese manto onírico que rodea el subconsciente, pero sin profundizar genuinamente en él, como lo haría, digamos, el Shoegaze. No hay lugar para pesadillas en eso, se trata solamente de un sueño volátil, etéreo, donde todo parece desvanecerse completamente. En ese sentido, este dúo fantástico realiza un trabajo impecable. Hay una clara diferencia entre lo que pertenece al imaginario (toda la gama musical del disco) y lo real (los músicos detrás de la obra), y es una línea invisible que está colocada en el lugar justo.

Sin duda alguna, este disco merece toda la atención que le ha generado a la banda. Creo que aun los temas más endebles causan satisfacción, una especie de correcta sensación de desahogo. Ya desde el inicio sentimos esa permanente dialéctica música-ejecutor, en la cual ambos pelean cuerpo a cuerpo, pero no tanto por prevalecer, sino por mantener el punto de tensión exacto que desencadena el equilibrio. Y es ahí donde radica la fortaleza de Beach House. Si la tensión generara angustia, terror, ansiedad, estaríamos ante una pesadilla. Pero todo se resuelve de manera sensible, tenue, casi desintensionada. Y sin embargo, en ningún momento esa tensión deja de estar ahí, de reclamar fortaleza, de mecerse con las melodías de la guitarra, los cambios sutilísimos en la percusión, la voz cuasi-andrógina de Victoria Legrand, que lo mismo genera sensaciones de energía que de desfallecimiento.

El problema es que los sueños, al final, tienen siempre la mala costumbre de perpetuarse en el despertar. Como que uno no se los sabe sacudir de encima bien, algunas escenas están demasiado arraigadas en uno, y no basta con darle stop a la música y descubrir que hemos vuelto al lugar de siempre. ¿Significan algo las pesadillas? ¿O acaso puede uno, como el sueño adolescente de Beach House, construirse un refugio alrededor de los sueños que quisiera vivir? Quizás sí, pero algunas veces la sola amenaza de la pesadilla más temida es suficiente para hacernos entender que la vida es muchas cosas, pero definitivamente nunca es solo sueño.

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