jueves, 10 de febrero de 2011

Christina Rosenvinge - La joven Dolores (2011)

Ayer tuve una conversación acerca de las vocales femeninas. La conclusión fue que las mejores vocalistas son siempre diferentes, no una voz que trata de amoldarse al concepto de "mujer cantante". Yo ponía de ejemplo a Joanna Newsom, a Beth Gibbons, a Jenny Lewis o a Bilinda Butcher entre otras. Por la noche, escuché este disco y me pregunté por qué cuernos trataría esta mujer de convertirse en algo que nunca fue: una cantante pop del gran montón.

Christina Rosenvinge tiene algo que siempre me ha llamado la atención muscialmente hablando. De este disco no sabía que esperar, no oía nada de ella desde hace mucho. Pero el Continental 62 y la canción "Humo" de ese desafortunado disco a cuatro manos con Nacho Vegas son razones de peso suficientes para tratar. Pero cuando uno tiene claro que una compositora tiene la capacidad musical de esta mujer, además de su experiencia, espera cosas un poco más elevadas.

El disco arranca con "Canción del eco", una versión propia del mito de Narciso, la verdad, brillantemente compuesta. La ejecución es también muy buena, solo que, ya que hablamos de Nacho Vegas, es terriblemente similar a su música (Christina lo ha nombrado varias veces como una de sus influencias). Lo cual no tendría nada de malo si no fuera porque la canción tiene un arpegio que recuerda muchísimo a "Al norte del norte". Sin embargo, creo que es una canción lo suficientemente buena como para obviar ese tipo de comparaciones. El problema es que el disco no sigue una lógica de ideas. Lo que sigue son algunos intentos pop que tienen más de esfuerzo que de inspiración. De acuerdo en que "Jorge y yo" es tierna, pero es extraño ver a Christina apegándose mucho al pop y tratando de mantener un lugar seguro en un género donde ya se ha hecho tanto. Su voz gana siempre con lo difuso, con los ambientes misteriosos y cuasi-oníricos, con la incertidumbre y la vulnerabilidad. Cuando se asienta en melodías bien trabajadas pero sin rumbo alguno, parece que estuviéramos frente a un disco prefabricado, donde todo está diseñado para no fallar, pero no para acertar. Entonces llega "Tu sombra", una canción pulida perfectamente, donde todo parece recobrar cuerpo: la voz, ese ambiente folk que tan bien le sienta al estilo que quiere desarrollar, los susurros breves y seductores de una música que parece emerger de los paisajes que describe. Cuando empieza la duplicación de voz, la extraña sensación claustrofóbica en una evocación del mundo exterior es simplemente sublime.

Luego de eso, no hay mucho más. El bajón es terrible después con "Weekend" y todo lo que sigue. Partes habladas que no calzan, más pop acústico bien ejecutado que no tiene ningún tipo de ambición, colaboraciones en francés que arruinan más de lo que arreglan y sobre todo la terrible experimentación de "La noche del incendio", que prueba que las cosas a medias no van: si quieres hacer electrofolk, es mejor que seas Juana Molina. El cierre del disco, "Debut", es quizás el único gran acierto en las canciones más poperas, donde queda en evidencia que Christina es una compositora muy elegante cuando quiere, capaz de dar soluciones reales a sus propios conflictos musicales.

Desde luego, todos los cambios generan polémicas, pero creo que hay formas de hacerlo sin caer en las trampas propias. Porque La joven Dolores termina siendo un disco sin identidad propia, algo que siempre ha caracterizado a la música de Christina Rosenvinge. Y al final, afinando un poco la gramática de mi teoría inicial, lo que crea a un gran vocalista no es ese "ser diferente", sino esa capacida de crear una identidad propia que no atenta contra sí mismo ni contra su capacidad de insertarse en el mundo. Una identidad que, le guste a quien le guste, no necesita de concesiones para ser amada por quienes la reconocen.

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