
Quizás este disco es lo que hubiéramos esperado del último trabajo de los Sigur Rós. Una aproximación más cercana al pop, pero sin abandonar las melodías ambientales, esa impresionante capacidad que poseen para sumergirnos o hacernos emerger según las secuencias de cada canción. Aquí todo está precisamente en concordancia: volumen, melodía, capas y capas de sonidos que no dejan de fluctuar, como si estuviéramos contemplando un enorme aleph circundante, una especie de rápido vistazo a un mundo que no puede ni quiere detenerse nunca. Hacerlo sería rendirse ante la muerte. Y en esa simpleza radica la posibilidad de un gran concepto: el movimiento como forma de defensa contra la oscuridad. De ahí algo tan sencillo como "Go". Y de ahí también el enorme poder de una palabra tan pequeña.
2010 es un año que no deja de impresionarme. Algunas cosas edificantes nacen así, de la capacidad de la música de sorprenderte, de reconciliarte con el mundo. Cuando más necesitas huir, cuando todo lo que quieres es acudir al lugar donde siempre has puesto tus esperanzas de paz (y personalmente ese lugar es Islandia, ni más ni menos), a veces la vida te lo da. Como para que sepas que ya te han golpeado demasiado y tienes derecho, aunque sea durante todo un disco, a aferrarte a tu esperanza de paz.
Todo acerca de este disco me gusta: carátula, música, concepto, calidad. Como dije líneas más arriba, la belleza siempre deja una impresión. Algunas veces es miedo, como pasmo. Otras algo más sustancial, como algo que va creciendo en uno. Y cuando esa belleza es nuestra por un tiempo, aunque sea un tiempo corto, es algo que transforma todo: en un mundo donde hay lugar para esa belleza, definitivamente vale la pena quedarse un rato más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario